lunes, 15 de febrero de 2010

golfos apandadores #2

"POR UN PUÑADO DE P.X.*"
Lionel Murdockson, 
el asesino de nivel 27

Corría el año 1992. Y corría mucho. No obstante, el año 1993 acabó por alcanzarle más o menos a finales de diciembre del año corriente. La situación era tensa en Colorado, donde comienza nuestra historia. Para sentar los antecedentes de este horrible caso de muerte, insensatez e hidromiel galáctica que nos ocupa, debemos remontarnos a los primeros meses del año 1990 que es donde, verdaderamente, se sembró la semillita que germinaría en la carrera delictiva de uno de los peores asesinos en serie de la historia moderna: Lionel Murdockson, el asesino de nivel 27.
La policía de Colorado andaba enfrascada en la resolución de una serie de crimenes escabrosos que había hecho tambalearse la opinión pública. Por mencionar algunos de ellos:


Verano de 1990. La policía halla el cuerpo sin vida de Magdalena Sietebrazos, prostituta inmigrante de 28 años de edad. Es una controvertida escena del crimen pues, al lado de la victima, a la que parece habérsele cortado la cabeza repetidas veces, hay un puñado de billetes de un dólar, el arma del delito (una batidora muy afilada), llena de huellas de dedos por doquier y una carta de sesenta y siete páginas dirigida a las autoridades donde se expone que el móvil había sido pasional. La policía descarta inmediatamente estas pruebas alegando que el asesino se cree más listo que nosotros y quiere hacernos seguir una pista falsa. La hipótesis que finalmente se convierte en la línea oficial de investigación es que se trata de un juego de rol.

Septiembre de 1990. En mitad de una calle de un barrio acomodado del centro de Colorado, a las siete de la madrugada de un lunes, un señor con bigote cae al vacío desde su casa en el piso 29 de la Calle Stonton, muriendo en el acto a causa de un ataque de tos incontrolada. El cadaver que solo viste una toalla a la cintura, lleva la mitad del cuerpo enjabonada y presenta claros síntomas de llevar una esponja en una mano y un patito de goma en la otra, deja perplejas a las autoridades que se personan en la escena del crimen. Veredicto del comisario de policía, Walter Goodfather: se trata claramente de un asesinato. Nuestra principal hipótesis hasta el momento es que se trata de un juego de rol.

Octubre de 1990. Durante las dos primeras semanas del mes de octubre de 1990 salen a la luz pública siete escandalizadoras muertes más que, según las autoridades, siguen el mismo patrón. Se trata, en esta ocasión, de siete niñas de entre nueve y diez años. Todas ellas pertenecían al coro de la Iglesia Dominical de San James el Tuerto y asistían todos los jueves a los ensayos en la humilde capilla de Colorado. Hasta que un día, dejaron de volver a casa. El cura Radolph Warrester, encargado tanto de la capilla como del coro, un hombre taciturno y desdentado (de hecho solo le quedaba un diente en toda la boca) habla así de lo sucedido en una entrevista al Heraldo de Colorado en noviembre de aquél mismo año:
Las chicas eran muy dulces... pero que muy dulces... y es una tremenda injusticia no volver a verlas más, con esas falditas tan cortas y esos... ojazos que van pidiendo "por favor, por favor, entiérrame detrás de la capilla". Una pérdida muy triste para toda la congregación- cuenta al micrófono del Heraldo de Colorado el padre Warrester, a quien encontramos en el jardín posterior a la capilla con una hormigonera tratando de cubrir de cemento siete montículos diseminados por doquier, obra sin duda de los topos.
Sin embargo hubo una octava víctima que la policía logró hallar. Una mañana que entraban a tomar declaración de nuevo al cura, este la tenía en brazos y le estaba metiendo la cabeza en la pila de agua bendita. Según contó Warrester, había aparecido muerta en la puerta de la sacristía y estaba tratando de espabilarla con el agua bautismal, pero no había manera. Los forenses descubrieron indicios de violencia en el cadaver: moratones, arañazos y una incomprensible mordedura, de un animal quizá, con la marca de un solo diente. Las autoridades volvieron a dictaminar lo que ya se temían: otra victima de un juego de rol.

La oleada de crímenes atroces que tenían relación con el demoníaco juego fue ascendiendo de manera vertiginosa hasta 1993, momento en el cual la policía ya contaba con un archivo de 700 casos atribuídos a tan deleznable práctica lúdica. Fue entonces cuando sucedió algo, algo terrible que hizo temblar los cimientos de Colorado: un terrible terremoto que duró siete minutos y que los expertos tuvieron a bien llamar Temblequito. Pero algo más acaeció una mañana de febrero de 1992:

Serían las diez de la mañana cuando la policía se personó en el Parque Torchmouth, en Colorado. Alertados por la llamada de un videoaficionado (que no había grabado nada del crimen, pero cuando le preguntaron su profesión dijo que era videoaficionado), los agentes Tolstoy y McMilligan se encontraron con una terrible escena del crimen.
La victima, un joven de unos 32 años, con sobrepeso, caspa y una camiseta en la que se podía leer Yo soy un visitante en código binario, yacía muerto en mitad de un pentagrama dibujado en el suelo con su propia sangre. En los extremos del pentáculo había escritas palabras extrañas. El finado, que posteriormente fue identificado como J.J. Looser Cardigan, había sido asesinado hasta la muerte en mitad de un extraño ritual. Según las investigaciones forenses pertinentes, llevadas a cabo por el insigne y sin embargo piscis doctor Edmund K. Chalot:

El cuerpo repsenta múltiples cortes que, sin duda, le llevaron a la desangración. Los cortes parecen haber sido efectuados con el canto de una hoja de papel de tamaño din A4, lo cual probablemente coincida con el folio encontrado en la escena del crimen; ese donde estaban escritas en varias columnas las supuestas habilidades y ... poderes mágicos... de alguien, e iba adherezada con un esbozo en carboncillo de lo que sin duda es una versión de los elfos de la literatura tolkiana. Así mismo, he hallado diversas evidencias de traumatismos múltiples efectuados con objetos pequeños y de distintas formas geométricas. Alguna de dichas marcas coincide en forma y consistencia con el dado nacarado de veinte caras que le he extraído del oído derecho.
 La Policía estaba perpleja. Según fuentes bien informadas y cercanas al comisario, se encontraban con lo que ellos mismos habían denominado la horma de su zapato. Según el informe del asesinato efectuado por el agente Doc Donovan: "Este asesino es sin duda un auténtico genio del crimen que, si me permiten la osadía, ha llevado a cabo el crimen perfecto. No tenemos ni la más remota pista que seguir, lo admito. Lo que tenemos claro, sí obstante, es que se trata de un verdadero psicópata superdotado. Nuestras hipótesis acerca del móvil del delito de momento apuntan al fetichismo sexual, pero no podemos dar nada por sentado. Es una mente brillante."


Lo que la policía no sabía es que quen andaba detrás de aquél crimen horrible volvería a la palestra meses después con otro terrible asesinato. El asesino no era otro que Lionel Murdockson, de tan sólo 37 años de edad y residente en Colorado. Murdockson, que provenía de una familia acomodada y feliz (véase cuán cómodos y felices están en la foto), había destacado desde pequeñito por una tendencia más que manifiesta a no destacar en nada. Sus profesores del instituto lo recuerdan con añoranza como aquél perchero con gafas que había al fondo de la clase y que de cuando en cuando hablaba para decir alguna parida. No se le conocían amigos, pero a pesar de ello sí que los tenía, cuatro concretamente, igual de idiotas que él según informes médicos aportados a la posterior investigación. Y uno de esos cuatro amigos había sido el pobre de J.J. Looser Cardigan, su primera victima mortal.


El siguiente cadaver hallado por las autoridades en Colorado era Boone Ferguson, otro de los amigos de Murdockson. Le vemos en una foto de archivo. Su cuerpo, funestamente mutilado con lo que se decretó como una hoja de papel parecida a la anterior solo que con el dibujo de un enano con un hacha, y golpeado hasta matar con lo que según los forenses parecía una bolsa de cuero llena de dados de multiples caras, apareció flotando en un charco cerca de la Calle Thompson en la madrugada del 14 de abril de 1992.

El comisario y todas las fuerzas de seguridad del estado de Colorado continuaban sin saber cuál era el maldito móvil de estos crimenes que ya les empezaban a causar jaquecas de órdago. En un alarde de inusitada lucidez alcohólica, el comisario llegó a la feliz idea de contratar los servicios de Madamme Strawsky, de profesión medium y de zapato el 37-38.  La supuesta vidente (y bidente, que era británica), encendió algunos inciensos, barajó varias barajas y finalmente dijo:
El asesino es un hombre de entre 10 y 90 años, de mirada torva y parte de atrás de la rodilla corva. Es un inadaptado social y su único fin en la vida es ganar suficientes p.x como para derrotar al malvado Maestro Purpureo.
 ¿Ayudaron en algo estas pistas a la policía? Nada más lejos de Madagascar. Los agentes de turno encarcelaron a la madamme bajo sospecha de interferir en una investigación oficial con tonterías y zarandajas y, finalmente, fue condenada a la silla eléctrica bajo sospecha de alta traición y posible pertenencia a un juego de rol.


Y mientras tanto, mientras la falsa medium (tirando a light) era chamuscada por las leyes de Colorado, nuestro protagonista, Lionel Murdockson, perpetraba otro funesto homicidio. El último de su carrera criminal, dicho sea de paso. El asesino en serie más buscado del momento, perseguido en 4 estados (estado de embriaguez, estado de shock, estado alterado y estado de buenaesperanza), se había cobrado a su siguiente victima. En este caso se trataba de otro de sus amiguitos, el pelirrojo y sin embargo albino, Thomas Cuddertong. Cuddertong, de 29 años de edad y de profesión sus labores, apareció desangrado en un buzón de correos junto a las habituales firmas de Murdockson: varios dados nacarados y una hoja de papel con estadísticas incomprensibles y un boceto de lo que parecía ser un hechicero con cuernos. Pero esta vez, Murdockson había dejado un cabo sin atar. Luego de atarse el cordón de la zapatilla y huír de la escena del crimen, un señor con alopecia que había estado escondido tras una piel de plátano y, por tanto, había presenciado toda la escena, hizo una llamada que pondría fin a la escala de violencia desatada de nuestro asesino.



Así fue como la madrugada del 1 de mayo de 1992, cuatro docenas de agentes armados se personaron en el domicilio de los Murdockson, en el 1234 de la Fake Street. Según el informe policial, el asesino no opuso ninguna resistencia a su detención. Parece ser que lo más que hizo fue arrojar un puñado de dados de diez sobre la mesa de su escritorio al tiempo que decía: ¡crítico! ¡Eso significa que os voy a dar pal pelo! Aterrados ante la visión del arma homicida y bien adiestrados en la reducción de personas peligrosas, los casi cincuenta agentes se tiraron sobre Murdockson, todos a una y le demostraron la dureza de sus casi cincuenta porras reglamentarias.
Ya en las dependencias policiales y ante un riguroso y concienzudo interrogatorio cargado de referencias a la espada vorpalina de triple filo y a los dragones plateados de Numenor, las autoridades decidieron que ya tenían resuelto el caso. Según palabras del comisario:
Declaro cerrado el caso de Lionel Murdockson y pediré, personalmente, que sea llevado de inmediato el corredor de la muerte a mi buen amigo el Juez Dilligan. Como ya nos sospechábamos dados los diversos indicios y a la excelente labor de mis agentes invesitigadores, podemos decretar que los crimenes cometidos por Murdockson responden a una clara psicopatía de caracter sexual... probablemente un complejo de Edipo mal curado. No obstante tenemos pruebas suficientes para pensar que, en realidad, todo era una tapadera para encubrir una actividad terrorista que tenía como objetivo desequilibrar y compulgir nuestra gran nación. Teníamos más pruebas que apuntaban también a la posible relación entre Murdockson y el asesinato de J.F.K. pero hemos tenido que sobreseerlas pues el investigador que las había recabado, el agente Twiterblog, como ya sabrán, fue ejecutado ayer noche por sus propios compañeros por tenencia ilícita de armas, malversación de fondos y menudeo con heroína. Twiterblog será enterrado sin honores pues se cree que todas sus acciones ilegales estaban movidas por un siniestro juego de rol. Eso es todo.
Lionel Murdockson, tras haber declarado a todo el mundo que quiso oírlo que era inocente de los cargos que se le atribuían y que él sólo quería llegar a ser un asesino de nivel 28 y salir de una maldita vez del Dungeon, publicó una autobiografía no autorizada en la que detallaba todos sus crimenes y el móvil que le llevó a cada uno de ellos. El libro, que se titulaba Tira un esquivar fue número uno de la lista de más fotocopiados en Reino Unido y, a día de hoy, es estudiado como material didáctico en universidades de todo el mundo en asignaturas tales como: terrorismo organizado o las cosas de la vida. Un mes después de que la Editorial D22 se lo publicara, Murdockson fue ejecutado por inyección letal. Sus últimas palabras fueron...

joder, que pifiote.

En el próximo episodio de Golfos Apandadores asistiremos al terrible caso de un cazador de mariposas de Wisconsin que ejecutó deliberadamente a cuatro mil gusanos de seda en una ola de barbarie inusitada. No se lo pierdan.

*P.X: 1. Puntos de eXperiencia en argot rolero. 2. Pedro Ximénez. Vino dulce la mar de rico.

1 comentario:

Dr. Elektro dijo...

No me he podio reir mas. Muuuuuy grande. Se lo voy a enviar a todos mis frikiamigos. Norawena!!!