miércoles, 3 de febrero de 2010

golfos apandadores #1

hoy
Arthus Duncan Woodwood,
el Destornillador de Manchester
 -perfil de un criminal en serie-
            
Arthus Dunca Woodwood nació en Manchester (Reino Unido) en 1969, a la corta edad de dos años. Hijo de Montgomery B. Woodwood y Agnes Woodwood (de soltera Agnes Highway), Arthus fue el menor de siete hermanos y el mayor de otros siete y ya desde su nacimiento dio que pensar que no sería un tipo corriente.

Su padre, un comerciante de salchichas en salmuera con aparentes problemas con el juego, abandonó a su mujer y a sus hijos poco después de su nacimiento, alegando que se había dejado algo en el horno. Meses depués fue encarcelado por "violación de las leyes de decencia y orden público" al ser pescado por unos agentes de paisano mientras trataba de abusar sexualmente de una máquina expendedora de café expreso. Fue así como comenzaron, según años después dictaminaron los psiquiatras encargados del caso, los problemas mentales de Arthus.

Por su parte, la madre, era una mujer muy de su casa, bastante ajena a las reivindicaciones de su género en los últimos tiempos, que se mostraba ufana de ser una mujer del hogar sin mayores aspiraciones que tener la comida en la mesa a la hora del almuerzo. Pero las buenas intenciones de la señora Woodwood no eran suficientes. Las buenas intenciones no alimentarían las bocas que, tras la huída y encarcelamiento del marido, pedían alimento a todas horas. Sus hijos necesitaban alimentarse y las buenas intenciones no cabían en el pequeño horno de la residencia Woodwood. Para colmo, el joven Arthus Duncan quería ir a la Universidad. Necesitaba dinero para dar a su hijo un futuro y sacarle de los duros barrios bajos de Manchester. La situación fue tan extrema que Agnes Woodwood se vio obligada a vender su cuerpo.
Así, a duras penas, Arthus Duncan Woodwood se matriculó en la Universidad de Manchester donde muy pronto destacó en dos cosas: la astrofísica y la tendencia más que manifiesta a meterse en líos. Su madre ya había vendido su bazo y cuatro dedos de la mano izquierda para costear sus estudios, pero las crecientes facturas en materiales para las clases y las innumerables multas que el joven Arthus acumulaba tan alegremente, estaban llevando la situación a cotas bizarras. Las compañías que frecuentaba no ayudaban a que fuera precisamente un alumno modelo. Así, lo que dicho por el decano de la Universidad, el señor Elias M. Madden, podría haber sido el más brillante de nuestros alumnos... y no lo digo por su incipiente alopecia, se convirtió en un delincuente habitual en las calles de su Manchester natal.
Una mañana de octubre de 1981, los periódicos matinales arrancaban en primera página con una noticia desgarradora. El primer crimen de una espiral de violencia desmedida y bricolaje marginal. La policía aún no sabía quien era el criminal que la prensa había tenido a bien llamar el destornillador de Manchester, pero Agnees Woodwood declararía años después, que mi hijo estaba haciendo cosas raras. No dejaba de hablar de lo fácil que sería coger un destornillador y hacer por fin algo de provecho en Manchester. La abnegada madre, que ya había tenido que vender su ojo derecho y parte del coxis, ya intuía por aquél entonces que era el fruto de su vientre quien estaba atemorizando a la ciudad.
Según explicó el agente de policía irlandés (y sin embargo gangoso), Frederick McBishop, el crimen fue así:
Fuimos alertados por una vecina de la Calle End a eso de las siete de la mañana. Estábamos de patrulla el agente Dilligan y yo y, claro, dejamos a un lado los donuts y el café y acudimos diligentemente al lugar de los hechos. Al llegar nos encontramos con un espéctaculo horroroso. Aún hoy se me revuelven las tripas al recordarlo. Recuerdo que Dilligan vomitó sobre sus malditos zapatos. Era grotesco. Alguien había llegado durante la noche y, armado con lo que nuestros forenses determinaron como un destornillador, había destrozado uno de los bancos del Parque Stoo sin ningún tipo de remordimiento. ¿Cómo un ser humano era capaz de albergar tanta maldad? Yo mismo tuve que dar la noticia al Gerente de Parques Públicos; fue uno de los días más tristes que he tenido que vivir en mis catorce años en el cuerpo.
 La ola de terror del destornillador de Manchester no había hecho más que empezar. En los sucesivos dieciocho meses la policía halló más "victimas mortales" de la violencia desatada de Woodwood. En concreto una docena más de bancos de parques públicos que habían sido desatornillados hasta dejarlos absolutamente inservibles, cuatro coches a los que había sido arrebatada su matrícula trasera y una señal de tráfico de STOP, funestamente decapitada. Pero la crueldad de Arthus, lejos de detenerse ahí... creció.

En primavera de 1984, después de un aparente periodo de calma que coincidió con unas vacaciones en Puerto Banús de la señora Woodwood y sus hijos, la violencia desatornilladora volvió a la palestra. El objetivo de Arthus Duncan Woodwood fue en esta ocasión el sistema público de Correos de Manchester.
En los sucesivos meses, su afán por desatornillar le condujo a una espiral de destrucción inimaginada. Con extrema cautela, maestría y un nuevo destornillador más voluble y práctico, se dedicó a quitar los números de las casas de las calles de la ciudad, creando así un autentico caos para los carteros de la zona. Por no mencionar doce denuncias de allanamiento de morada cuando algunos despistados entraban en la casa equivocada por culpa de la gamberrada numérica.
Las autoridades no cabían en su desconcierto (habían engordado mucho) y las medidas que tomó el Cuerpo de Policía de Manchester fueron, cuanto menos, implacables. No se pusieron placas (implacables), con lo cual, durante el verano de ese mismo año, nadie era capaz de distinguir a un policía de paisano de, por ejemplo, un panadero de paisano. Y se dobló la vigilancia de las calles con la creación de Patrullas Ciudadanas que velaban día y noche por la integridad de sus buzones en particular y del resto de mobiliario público en general. Se acercaba el fin del destornillador de Manchester.
Probablemente movido por su arrogancia y, tal vez, algo nervioso por lo dificil que se le estaban poniendo las cosas, Arthus envió el siguiente comunicado a la policía para retarles a atraparlo:
 
Pero cometió un error. A pesar del cuidado con que preparó el anónimo, (según la policía y el cuerpo especial de forenses usó guantes de látex y revistas no numeradas) hubo algo que se escapó de su elaborada mentalidad criminal: el papel del anónimo podía ser rastreado. Y fue rastreado, de hecho. 

Según publicó el entonces comisario Walter Morningglory: tras haber sido aplicadas todas las pruebas forenses pertinentes (carbono 14 inclusive) podemos dictaminar el orígen del papel en que fue escrito el anónimo. Sin ir más lejos aquellas pruebas les llevaban directamente hasta la residencia de los Woodwood, ya que el susodicho papel utilizado, había sido un sobre de la compañía de gas en el que aparecían, al reverso, tanto la dirección como el nombre de la señora Woodwood. 
El operativo policial fue inusitado y la operación que daría jaque al destornillador tuvo el nombre clave de Atrapar al cabronazo que desatornilla.
Arthus Woodwood, sin embargo, no fue consciente de la que se le venía encima hasta que fue demasiado tarde. Enfrascado en los preparativos de lo que él pensaba seria su Gran Golpe, no leyó en los periódicos la que se estaba montando para detenerle. 
El día de su detención se encontraba en la Calle Wolfrang ultimando los preparativos de su Obra Magna; pretendía ir un paso más allá y no sólo destruir a su victima sino, en un alarde de imaginación, reconstruirla después a su antojo. Su objetivo era una institución religiosa, el Instituto de Mujeres del Buen Ascenso de Stan Las, una comunidad ortodoxa de monjas de clausura creada seis siglos atrás por los devotos de un tal Stanley Las, que ascendió a los cielos después de salvar a quince perros de un gato furioso.

Cuando la policía llegó a detenerle ya casi había completado su crimen. Había desatornillado y vuelto a atornillar en otro orden la placa de la puerta. Ahora podía leerse: "eStan BuenAs Las Mujeres del Instituto"
El agente Donovan, natural de Manchester, ha pasado a la historia como el que detuvo al destornillador. Si bien es más o menos cierto la realidad fue algo más ambigua. Según el atestado policial:

El agente Chavney le dio el alto y le pidió cortésmente que arrojara el puto destornillador lejos de su alcance y se tumbara con las manos en la cabeza. Lejos de hacerlo, el supuesto criminal, con una mirada inyectada en sangre y algunas letras desmembradas aún calientes en sus manos, se levantó y corrió hacia los agentes, que le apuntaban con sus armas reglamentarias (y el agente Jacobson, que le apuntaba con el dedo porque se había olvidado el arma en la otra cartuchera). Siendo Jeremy Donovan, agente 814, quien estaba más cerca y en vista de la peligrosidad del individuo, el susodicho agente quitó el seguro de su arma y le espetó educadamente o te paras o te hago otra boca en la frente, maldito hijo de siete mil perras, a lo que el aludido solo respondió desatornillaaaaar,al tiempo que le salía espuma de la boca. El criminal, al que ya habíamos identificado como Arthus Duncan Woodwood, se lanzó contra el agente Donovan y trató de desatornillarle el percutor de su arma reglamentaria, a lo que el agente Donovan respondió con diplomacia y siete tiros en legítima defensa entre ceja y ceja del supuesto homicida.
Según testigos oculares, los policías levantaron el cuerpo de Arthus (porque había caido sobre el agente Ramírez) y lo condujeron a la morgue en mitad del vitoreo de los conciudadanos.
Tras su funeral la policía desveló que en la inspección del domicilio de Woodwood fueron hallados cuatro meticulosos diarios en los que Arthus detallaba sus crímenes y sus proyectos, así como una receta exquisita para preparar una mousse de yogurt de limón para chuparse los dedos. Entre otros objetos, la policía encontró algo que les puso los pelos de punta: un generador de electricidad estática. Y junto al generador hallaron algo que les sobrecogió sobremanera. Un cabezal de destornillador para un taladro inalámbrico. Sin duda se preparaba para algo muy chungo, declaró el comisario.

En el próximo episodio de Golfos Apandadores hablaremos de un trilero que tuvo en jaque a toda la policía de Nueva Orleans. No se lo pierdan.

No hay comentarios: