Redoble de tambores. El público expectante.
El maestro de ceremonias pide que se levante el telón. El payaso guasón
embadurna de tarta la cara del payaso triste para romper la tensión. Los focos
dan a luz a una figura sobre la pista. Una señora se desmaya. Y todos ellos, el maestro, los payasos, los
trapecistas polacos, el tragador de sables y el lanzador de cuchillos, la mujer
barbuda y toda la maldita orquesta son la misma persona. Sobre las tablas un
hombre, solo con sus CIRCUStancias. El respetable clava sus ojos en él y, tal
que el proverbial abismo de Nietzsche, él les devuelve la mirada. Hace sonar
una cuerda, tan solo un bordón de escalofrío, solo un acorde que explota en sus
manos… y la magia, por un instante, existe. Partícipes mudos del milagro vemos
aparecer ante nuestros ojos toda una serie de imágenes, un tren de