martes, 3 de agosto de 2010

golfos apandadores #4

hoy
JULIO CÉSAR GREGORIO CAÑAMONES
EL VAMPIRO VEGETARIANO DE CUENCA

Julio César Gregorio Cañamones (1563-2005) acabó con la vida de al menos seis personas en la vitivinícola población conquense de Nabos de en Medio en uno de los episodios más cruentos y ridículos de la historia negra de este país. Cañamones, llamado por la prensa "el Vampiro Vegetariano de Cuenca" no sólo mataba a sus victimas sino que, convencido de su inmortalidad y su condición de no-muerto, se alimentaba de ellas una vez liquidadas. El "vampiro" sembró el terror durante diez largos años en Nabos de en Medio, Cuenca y media España, siendo portada de los más variopintos periódicos sensacionalistas.

 Julio César Gregorio o "Vlad Pitt", como hizo llamarse durante años, nació entre el seno de una familia desestructurada y el coseno de un hogar sumido en la miseria. Su padre, Melchor Gaspar Cañamones, agricultor y enemigo de sus enemigos, cayó en desgracia tras un insólito accidente en el que se vieron involucrados un tractor, una moneda de veinticinco pesetas (de las de antes), un pastor luterano y media docena de tortas de polvorón. El accidente, que a punto estuvo de ser mortal de necesidad, lo convirtió en un hombre cínico y malhumorado con cierta adicción creciente a la sangría, los barbitúricos y las pastillas juanola. Imposibilitado para seguir trabajando, su mujer, Ildefonsa Estraza, tuvo que sacar adelante a su familia leyendo el tarot y la buenaventura en los bares de la zona.
Viéndose inmerso desde pequeño, como vemos, en la pobreza y el ocultismo de a duro, nuestro protagonista no tardó en convertirse en un niño sombrío y aislado dentro de su propia imaginación. A menudo, según contó años más tarde en una entrevista concedida a TVCH, Cañamones recurría, con tan sólo 10 años, a lecturas esotéricas y siniestras para abstraerse de las borracheras de su padre y los delirios psicoquinéticos de su madre.
Según la que años más tarde sería su psicoanalista de cabecera, la leonesa y sin embargo ninfómana Marta del Escobero:
El niño Julio César Gregorio creció sin el apoyo de unos roles estrictos de Padre y Madre proppiamente dichos. Su infancia pasó por todas las etapas de lo que hoy se conoce como Síndrome del niño que tiene a los dos padres gilipollas o SNDPG. Es muy probable que fuese a esa edad, a los diez años, cuando apareció Vlad Pitt por primera vez. Todos sabemos que los niños que viven en un entorno trágico o desestructurado tienden a inventarse amigos imaginarios. El de mi hijo, por ejemplo, se hace llamar Eslovenio y le ha ayudado mucho con las matemáticas y la trigonometría, aunque no se viste demasiado bien. Pero estos amigos imaginarios no siempre son positivos. De hecho, en el mayor de los casos, suelen representar conductas oscuras y reprimidas del niño. Vlad Pitt era uno de estos casos. Un ser creado por la imaginación torturada de Cañamones. Un alter ego que, al contrario que él mismo, era fuerte, enigmático y romántico. Sí, sin duda apareció por primera vez a los diez años, pero no se hizo con el control hasta años después, cuando el incidente aquél con el DNI.
Sí, queridos lectores y sin embargo no comentadores, Vlad Pitt, el alter ego oscuro y vampírico de Julio César Gregorio, apareció en escena definitivamente en 1983 cuando, a los dieciocho años de edad y después de haberlo demorado demasiado tiempo, fue a sacarse el documento nacional de identidad.
Había sido un mal año para Cañamones. Su padre, que había estado en coma diecisiete meses por confundir a un mapache rabioso con una botella de Ballantines, había vuelto del hospital aún más agresivo. La violencia en casa había pasado de los golpes y los pellizcos a algo mucho peor: las bromas pesadas. Melchor Gaspar Cañamones, ahora medio lisiado y con una parálisis permanente del dedo corazón, pasaba las horas muertas poniendo bolsas incendiadas con mierda de perro dentro en la puerta del cuarto de su hijo, llamándolo constantemente para luego decirle "¿a que jode venir pa ná?" y un largo etcétera de gañanadas que fueron medrando su paciencia y su autocontrol como si de una bomba de relojería se tratara.
Y la espiral de locura del padre de familia no había hecho más que empezar.




Por aquél entonces, nuestro protagonista, ya apenas salía a la calle durante el día, no tenía ningún amigo y se pasaba las horas y las horas enfrascado en lecturas retorcidamente demenciales. Alegando que de noche se estaba más fresquito, que la gente no le entendía y que el Necronomicón debería ser lectura obligada en parvulitos, Cañamones fue día a día volviendose más solitario y violento. Tanto fue así que un día, sin motivo aparente, la emprendió a zapatillazos con una indefensa ancianita que había entrado a robar por la chimenea de su casa disfrazada de Papá Noel. En una familia normal, esa habría sido la última gota antes de rebosar el vaso, el aviso, la señal de alarma de que algo iba mal con el joven Julio César Gregorio. Pero nadie la oyó. El padre llevaba varios días poniendo una reclamación porque le habían perdido las maletas en un viaje astral y la madre se había fugado con el mapache anteriormente mencionado. Y entonces, cuando parecía que las cosas no podía ir a peor, un error informático acaba por convencer a Julio César Gregorio de que en realidad él no es humano, sino que se trata de un vampiro.

Lo explicaba en una entrevista para Amazing Magazine Megathor, el ex-policía científica conquense Rafael Bollordos:

Por aquellos años usábamos en la comisaría el A.R. Office Word System, un procesador de texto la mar de cutre que estaba plagado de errores de programación. Así fue como el "vampiro vegetariano" se creyó inmortal. Hubo un error informático al incluír en la base de datos su fecha de nacimiento y en lugar de aparecer la suya real, que era 1963, apareció 1563.



Se mascaba la tragedia con una dentadura postiza mal ajustada en unas encías enrojecidas. Julio César Gregorio Cañamones desapareció para siempre dejando salir a su alter ego malvado e "inmortal", Vlad Pitt. Y así, una nevada mañana de agosto de 1985, apareció el primer cadaver de una retorcida serie. Se trataba de Anselma Pez Espada y su cadaver presentaba signos evidentes de muerte. Además, y con un análisis forense más detallado, se concluyó que había fallecido desangrada a consecuencia de una mordedura en el cuello, a la altura de la vena carótida. Al no hallarse demasiada sangre en la escena del crimen, la prensa sensacionalista comenzó a difundir el rumor de que había un vampiro suelto en Cuenca. Véase, por ejemplo, la sensacionalista portada del diario matutino "El Heraldo Bizco de Cuenca":


Las autoridades estaban desconcertadas. La gente de Nabos de en Medio tenía miedo a salir a la calle de noche, por no cruzarse con el supuesto vampiro. A los niños se les decía que si no se acababan la comida vendría el vampiro de Cuenca y los destriparía mientras les chupaba toda la sangre del cuerpo a dentelladas. Y Vlad Pitt no era ajeno a todo esto. Veía en la televisión o leía en la prensa las teorías y elucubraciones de los periodistas con creciente regocijo. Y, claro, ya fuera por afán de mayor notoriedad, ya fuera por que creía tener sed de sangre, tan sólo dos semanas después del primer crimen, Vlad Pitt volvió a matar.

En esta ocasión el cadaver fue descubierto por un niño de ocho años de edad en el cuarto de baño de un puticlub de carretera llamado Pussy Club, mientras jugaba a la pelota vasca con un compañero de clase. En medio de un charco de sangre enorme, yacía el inerte envoltorio físico del alma descarriada de Violeta Benedicta María de Todos los Ángeles, de veinticinco años de peso y unos setenta kilos de edad. Esta vez era aún más evidente el hecho de que su asesino se había bebido toda la sangre que le faltaba en el cuerpo. En su cuello: dos incisiones como de colmillos y, olvidadas en tales incisiones: dos pajitas.

Quizá este había sido el primer descuido fatal de Vlad Pitt... olvidar las pajitas que usaba para drenar a sus victimas. Pero no fue el último. Ni siquiera el último de esa noche en que quitó la vida a su segunda victima, en la madrugada del 20 de agosto al 31 de septiembre. Esa noche fatídica, Vlad Pitt ingresó en urgencias aquejado de un terrible dolor de estómago. El diagnóstico: empacho letal con posibilidad de cólico nefrítico. Sin duda el hecho de haberse metido entre pecho y espalda casi cuatro litros y medio de sangre contribuyó a su mal. Finalmente, los médicos que estudiaron el caso concluyeron que lo peor no fue la terrible ingesta de sangre, sino que, para colmo, Vlad se duchó al volver a casa, sin haber esperado las tres horas de la digestión. Conclusión: un terrible corte de digestión sumado al empacho antes citado.
Tras un lavado de estómago de urgencia y un posterior secado y planchado y tras embaucar a los médicos alegando que todo había sido fruto de una apuesta de "a ver quién es capaz de beberse más sangre de cerdo sin orinar", se le dio el alta y se le derivó a su médico de cabecera.

Y fue entonces cuando la cosa se puso realmente tensa. Tras unas cuantas analíticas que Vlad (que se creía vampiro pero era un hipocondríaco de tomo y lomo) aceptó de buen grado, el doctor Gerardo Fajardo, del Policlínico Virgen de la Desintoxicación, de Cuenca, le comunicó una terrible noticia. Pidiéndole que se personara en su despacho pues la noticia no era apta para darse por teléfono, Vlad comenzó a pensar seriamente que se había descubierto en su sangre el gen del vampirismo y que iba a ser entregado a la justicia. O lo que a él aún le parecía peor: a los cazavampiros. Pero pensando que sobre los cobardes jamás se escribió nada (pues ya va siendo hora, es un nicho literario inexplorado) y bastante aterrado por lo que pudiese tener, se presentó en la citada clínica el martes dos de septiembre y se entrevistó con el doctor.

-Colesterol- le dijo el facultado con severidad-. Mucho colesterol.
-¿Colestequé?- respondió un aterrado Vlad Pitt.

Colesterol. Nuestro protagonista tenebroso tenía colesterol. Y en unas cantidades tan extremas que el doctor no tuvo más que preguntarse cómo demonios seguía circulando la sangre por el organismo de su paciente. Pensó que igual algunos glóbulos rojos perspicaces habían montado una compañía de taxis.
-¿Ha estado usted atiborrándose de grasas animales?- inquiría el doctor- ¿Lleva una dieta equilibrada?
-Pues... puede ser que sí... que me haya... este... atiborrado...
-Pues está usted en una fase terminal de la enfermedad conocida como Taponium Venii. O cambia definitiva y drásticamente de dieta o... morirá.

Vlad comprendió que su futuro era oscuro. Él era un vampiro y su médico le había dicho que o dejaba de comer grasas animales y cambiaba de dieta o moriría. Pero, por otra parte, dejar de beber sangre también lo mataría. Así que anotó en una lista la clase de alimentos que debía comer para regular su colesterol e ideó un plan digno de un auténtico mentecato. La lista incluía: verduras, pescado, ajo (que fue tachado al nanosegundo de haberlo escrito) y fruta en abundancia, entre otros alimentos.
Bien, como decíamos, Vlad Pitt ideó lo que sin duda fue una de las idioteces más grandes perpetradas por un criminal en serie. Su enajenada y poco inteligente cabeza pergeñó un plan para seguir siendo un vampiro, pero un vampiro vegetariano.
Así, en su afán para seguir "cazando" pero a la vez respetando las advertencias de su médico de cabecera, Vlad probó a combinar cada uno de los ingredientes de su lista con su fuente de alimentación natural. Fue entonces que, a lo largo de la última semana de septiembre, aparecieron cuatro victimas más del vampiro de Cuenca, a cada cual, más extraña. A saber:

Juan de las Altas Esferas, de 32 años de edad. Cuando Vlad trató de combinar sed de sangre con comer verduras decidió matar a este señor de Cuenca (egiptólogo y segunda soprano del ballet de Cáceres) pero, esta vez, mordiéndole y chupándole la sangre directamente de la planta del pie. Se sabe, tras haber leído sus diarios posteriores, que ya había descartado otras partes del cuerpo con etimología vegetal. Máxime teniendo en cuenta que su victima era un hombre.

Rododendra Mejías Ullate, profesora de griego profundo por la Universidad de Salamanca, 40 añetes. En esta ocasión Vlad Pitt quiso combinar la fruta con sus actividades vampíricas con igual ineptitud. Así que esta victima también murió desangrada, pero con una mordedura en una zona de su anatomía que no mencionaremos en este espacio, porque en este blog no se habla de tetas.


Victoriana Martes Martes, 22 años, psicóloga y clown en prácticas. Hallada muerta totalmente desangrada en la pescadería de su tía Vero tras haber sido obligada a tragarse cuatro kilos de boquerones en vinagre. Además, la incisión por la que fue drenada no fue practicada en esta ocasión con los dientes, sino con una raspa de sardina. Para rematar la faena, las dos pajitas que Vlad acostumbraba a usar fueron insertardas en un tatuaje que la victima tenía en una nalga con forma de carpa de colorines.

Virgilio Panicirco Panninni, inmigrante italiano, mendigo, indigente y tragasables, 62 años. Penúltima victima mortal del Vampiro Vegetariano de Cuenca. Hallado bastante muerto en las inmediaciones de un club de golf para disléxicos, desangrado hasta la última gota. El cadaver estaba sumergido en una gran olla de puchero donde Pitt lo había cocinado a fuego lento con verduras, pescado y trozos de pera. Teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que Panninni llevaba en la sangre, al final en lugar de un puchero salió una sangría, lo cual emocionó mucho a nuestro "vampiro".

Como no podía ser de otra manera, ninguno de los descabellados intentos de Cañamones por ser un vampiro vegetariano sanote y a la vez no-muerto fructiferó. Acabó, cada uno de ellos, indefectiblemente en fracaso. Cada muerte llevada a cabo le llevaba a un terrible dolor abdominal. Con sudores fríos y torcido por las punzadas de su estómago tras la ingesta de sangre del italiano, Vlad Pitt vagó por las calles de Nabos de en Medio pensando que había llegado el fin de su existencia. Y no le faltaban motivos. Su colesterol estaba a punto de mandarle al otro barrio y para colmo de males, mientras trataba de tenerse en pie, oyó como la policía le daba el alto.

Al aparecer habían sido alertados por el médico de cabecera de nuestro protagonista, quien no acabó de quedarse muy conforme con lo de la apuesta y la sangre de cerdo. Ató cabos. Una vez acabó de asegurar su yate al muelle hiló los retales. Con un nuevo jersey de punto y una gran mosca detrás de la oreja fue a comprar insecticida. Y allí, en mitad de un seven eleven se dio cuenta de la verdad: Cañamones era el vampiro de Cuenca.

Lejos de entregarse a la justicia tras oír el alto (que para mayor impresión decía "detente, vampiro inmundo, nosferatu"), Cañamones corrió despavorido agarrándose la tripa al tiempo que perdía la visión de ambos ojos como consecuencia de su inmimente muerte por colesterol. Y así, medio ciego, cruzó sin mirar a ambos lados la carretera A666 que cruza Nabos de en Medio y, por providencia del destino, allí fue donde falleció. Un camión de transporte de estacas, que llevaba unos 27.000.000 de piezas para el ejército, no reaccionó a tiempo cuando Vlad se cruzó delante suya en mitad de la carretera. El camionero, Julio Estofado de Vaca, que se había bebido dos daikiris de más en la última paradita para estirar las piernas, trató de frenar. Pero no pudo. Y arrolló a Julio César Gregorio Cañamones ante la mirada atónita de los ciento cincuenta policías (entre efectivos y no tanto) que le perseguían desde hacía una hora.

Julio Estofado de Vaca, al que se le levantó una estatua en Nabos de en Medio, falleció horas después a consecuencia del accidente siendo la última victima del Vampiro Vegetariano de Cuenca.

Un hombre muy loco que murió por una incompatibilidad extrema entre salud y vampirismo.




En el próximo episodio de Golfos Apandadores, Baltazar Strauss, el regañador de Toronto. Permanezcan a la escucha.

1 comentario:

Ignacio Lobo dijo...

pobre vampiro...es un incomprendido.